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BARAJAR EL ANTERIOR
José Jódar 12/2008
Asociación Alcarreña de Mus. 
Recientemente hemos celebrado en Guadalajara el Campeonato Provincial de Mus que como cada año se disputa a finales de noviembre. Desde hace tiempo, venimos escuchando comentarios sobre el peligro que suponen ciertas prácticas que algunos jugadores son capaces de ejecutar al recoger y barajar las cartas antes de dar.
Sencillamente nos estamos refiriendo a los llamados “paquetes”, sean del tipo que sean.



Sin duda esta es una acción desleal que va contra el espíritu de la sana competición pero que por desgracia es practicada por unos pocos, especialmente en aquellos torneos donde existen premios en metálico. No descubrimos nada nuevo al decir esto.
Desde la Asociación Alcarreña de Mus nos hemos planteamos el tema y porqué no se ha llevado a cabo hasta la fecha ningún tipo de actuación eficaz contra esta práctica que, según lo más conocedores, es muy fácil evitar con un simple baraje previo.


¿Qué significa que baraje el anterior? Simplemente eso, que cuando termina una mano, las cartas son recogidas por el mismo que ha dado, las baraja cuanto quiere y se las da al que le toca dar, el cual puede volver a barajar, mucho o poco, y ofrece el mazo al corte. El sistema de ejecución de esta operación es muy sencillo y no presenta mayor dificultad, salvo la derivada de la falta de costumbre en hacerlo, o como se verá después, la oposición mental que algunos presentan por distintos motivos.


La mayoría de los reglamentos existentes incluyen la posibilidad de que cualquier jugador baraje al contrario. Es decir, el tema es conocido y ya se ha ofrecido a los jugadores la herramienta para salvar esta situación cuando la pareja contraria nos ofrece dudas. Pero el problema ha subsistido casi igual que estaba porque cuando llega la hora de la verdad, la herramienta no se utiliza.
La inmensa mayoría de los jugadores no llegan jamás a ejercer esa potestad.
Los motivos más habituales son: a) evitar agravios comparativos. b) tener que superar la violencia interna o vergüenza que supone manifestar en público desconfianza ante la pareja oponente. c) pensar que es descortés barajarle a un amigo o conocido d) hay quien piensa que nadie hace trampas y que además es imposible e) la medida conlleva un cierto trabajo y atención al que no estamos acostumbrados e) muchos van a campeonatos por diversas razones, como por ejemplo: divertirse, pasar un buen rato o simplemente acompañar, y no se van a complicar la vida por algo que no les importa realmente. Existe además un motivo casi más importante que todos los anteriores: no sabemos con seguridad contra quien hay que poner en práctica esta medida. Así que por unas u otras razones, la mayoría de los jugadores no contemplan en su horizonte de actuación el barajar a nadie.
Dicen muchos jugadores habituales de torneos y maratones, que aunque la medida es muy conveniente y daría mas seguridad a las partidas, es “un palo” barajar a alguien que has visto un montón de veces y que sabes que vas a seguir viendo. Pero también es verdad que están surgiendo nuevos torneos y gente nueva, y ya no suena a chino lo de barajar el anterior.
El verdadero problema para usar esta herramienta es su carácter de voluntariedad, y choca con graves inconvenientes a nivel personal. Si se quiere que la medida tenga viabilidad es preciso descargar de esta responsabilidad al jugador y que sea la organización quien la asuma. Para ello tiene que hacerse norma de obligado cumplimiento, y así todos los jugadores estarán bajo el paraguas de la obligatoriedad y nadie tendrá que manifestar su posible desconfianza ni sentirse agraviado porque le barajen. Tampoco nadie tendrá porqué mosquearse ni hacerse el héroe. Simplemente hay que cumplir la norma. Y de paso todos nos protegemos mutuamente.


Aprovechando este campeonato provincial y dado que como asociación de mus, entre nuestros fines figura estudiar cualquier aspecto que pueda redundar en el juego, y en especial en la problemática del mus competición en los torneos con premios en metálico, como es el nuestro, decidimos poner en practica esta norma de forma obligatoria y conocer de primera mano el resultado de la experiencia, a sabiendas de que imponer una norma nueva no es precisamente fácil y de que en muchas partidas no seria una medida necesaria, aunque pudiera serlo en otras.


Barajar el anterior es una medida de protección como en su día hace siglos lo fue “el cortar”. Hoy día se corta en todo el mundo en cualquier juego de naipes, y para los que son de dinero se toman precauciones especiales como las de incluir un crupier.
La dificultad que existe para demostrar que hay jugadores que emplean estas habilidades en las partidas no significa que no se hagan. Bien es cierto que la mayoría del colectivo musístico esta fuera de toda sospecha, pero como dicen los gallegos sobre las meigas, haberlas, ahílas. Y no lo han demostrado nunca.
El problema es que no todos jugamos con las mismas reglas y eso perjudica la competición y conlleva una estafa. No se suele ser consciente de que la estafa nos la hagan de forma personalizada, por ello queda difuminada y opaca, pero los torneos se empiezan a ganar en las 6 o 7 primeras partidas, que es precisamente cuando es más fácil que pase inadvertida cualquier tipo de trampa. No es lo mismo llegar a la 8ª partida con ningún cero que con 1 ó 2. Si queremos que todos tengamos las mimas oportunidades tendremos todos que hacer un esfuerzo colectivo. Los organizadores ofreciendo el uso obligado de la herramienta y los jugadores siendo conscientes de que nada se pierde por utilizarla.


En el torneo se inscribieron 90 parejas y estaba dotado con 8.200 €. Se jugo a 4 ceros precisando 19 rondas.
Se avisó a todos los jugadores de la obligatoriedad de barajar el anterior en todas las partidas. Antes de empezar el torneo muchos jugadores ya sabían que se iba a aplicar y no se observo ningún rechazo especial, aunque si cierta curiosidad por saber como terminaría la experiencia.


Una vez iniciado el torneo las dos primeras partidas acusaron bastante descontrol a la hora de repartir. Los errores y las confusiones fueron muy frecuentes. Aquellos a los que les pareció una novedad interesante se aplicaron en hacerse a la norma, y a los que no les gustó aprovecharon para justificar su carácter innecesario. Pero para la mayoría, que no tenían una idea preconcebida sobre el tema, los errores se tomaron simplemente como consecuencia de la falta de costumbre. Estimamos que en las primeras partidas la medida no se aplicó en muchas de las 45 mesas que jugaban, especialmente si se enfrentaban parejas conocidas.
En la 3ª y 4ª partida, ya con cierto conocimiento de la mecánica, los errores iban a menos y siempre había algún jugador dispuesto a ir indicando a quien le correspondía barajar. Cada uno iba adquiriendo una mecánica propia para ejecutarla. La formula que se impuso fue que el mismo que había dado recogía las cartas.
A partir de la 5ª partida se incrementó fuertemente el número de parejas que ni se planteaban evitar la norma. En la octava partida solo hubo una mesa que intento seguir por libre y no se le permitió. Hasta la finalización del torneo se practicó en todas las partidas.


La reacción de los jugadores fue muy diversa.
En general, la gente más joven aceptó la norma sin darle mayor trascendencia y procuraron adaptarse rápidamente. En cambio las personas de más edad mostraron cierta reticencia. Unos no entendían “el porqué”, a otros les parecía de mal gusto, otros alegaban que se perdía mucho tiempo, y otros curiosamente aprovechaban para demostrar que al no barajar confiaban en sus contrarios.
Los jugadores con más costumbre de torneos y minis la juzgaban mayoritariamente como muy conveniente, aunque también los hubo en contra, e incluso quien dijo una cosa y luego hacia otra.
El principal hándicap es la negativa mental a aceptar el cambio o el temor a equivocarse al repartir.


Con respecto al retraso que la norma puede ocasionar en la duración de las partidas, se observo que una vez conocida la mecánica no se precisa más de un minuto por juego. Como media se precisarían 5 minutos más por partida. Por lo general las partidas que duran mucho suelen ser producto de la particular idiosincrasia de algunos jugadores, más que de la propia mecánica del juego.


El debate que puede abrirse tras esta experiencia debería versar sobre la conveniencia de implantar la norma y no sobre su dificultad de implantación.
La medida no tiene especiales dificultades para ser aplicada de forma obligatoria. Precisa únicamente del convencimiento de que es más beneficiosa que perjudicial. Y eso se puede explicar.
La primera vez que se aplique en cualquier torneo resultará una novedad y solo hay que determinar el nivel de flexibilidad a admitir. Mediado el torneo la norma camina sola. Si se repite en sucesivos torneos, fácilmente puede convertirse en costumbre.
Pero la verdadera ventaja de esta norma reside en que beneficia a todos los jugadores y en especial a los mejores.
Sin duda protege a las parejas menos avezadas que solo juegan un par de torneos al año y desconocen que existan jugadores de ventaja que se la puedan “colocar” con cierta facilidad. Pero a quien verdaderamente protege y beneficia es al jugador que aun jugando bien sus cartas puede ganar o perder cualquier partida, mientras que el “habilidoso” jamás perderá determinadas partidas
Aquellos jugadores que se conocen de multitud de torneos, que se supone que tienen experiencia y calidad pero que raramente han conseguido ganar un torneo, deberían preguntarse porqué casi siempre llegan más marcados que otras parejas a los finales de torneos teniendo evidentemente menos opciones al triunfo.
Son estos jugadores, que constituyen una de las bases económicas de los torneos, y que pueden ejercer mas influencia sobre los organizadores los que a la postre resultaran más beneficiados de la implantación de la norma de barajar el anterior.
En cuanto los buenos jugadores se convenzan que barajar a un amigo solo significa que también le están barajando a un habilidoso en la mesa de al lado, donde tendrá que batirse el cobre como los demás, verán que todo son beneficios excepto para los artistas del naipe. Sean estos los que fueren.




 












GRUPO ÚNICO EN TORREMOLINOS - Partidas ganadas
José Jódar
Junio 2008


Recientemente se ha celebrado en Torremolinos el torneo de mus que organiza ACYRE, Asociación de Cocineros y Reposteros de la Costa del Sol. El torneo es mas conocido como “el de los cocineros”, y tiene una larga tradición, pues ya cumple 26 ediciones bajo la atenta dirección técnica de D. Alejandro Martín.
El objeto de este pequeño artículo es comentar la innovación que la organización ha introducido en el sistema de juego del torneo. No es frecuente encontrarse con innovaciones de este tipo.


El torneo se ha jugado por el sistema de grupo único en lugar del de ceros como solía ser habitual.
Este sistema consiste, tal como se ha planteando, en que todas las parejas juegan un mismo numero de partidas, 11 en esta ocasión.
Las parejas van sumando puntos según los juegos ganados en cada partida. Las partidas son a 4 juegos ganados, por tanto los resultados pueden ser: 4/0, 4/1, 4/2 y 4/3.
Si una pareja acaba una partida con 4/0 y la siguiente con 3/4, tendría 7 puntos en total.
Al mismo tiempo también se van sumando los juegos que se pierden, en este caso serian 4, y este número solo valdría para establecer la clasificación final a igual número de juegos ganados. Caso de persistir el empate se atendería a su resultado particular, si se hubieran cruzado, y si no, se jugaría una partida.

Es decir, lo que prima son los juegos ganados. Todos valen igual, se hayan conseguido ganando o perdiendo la partida. Un resultado de 4/3, sea a favor o en contra es un buen resultado pues aun perdiendo suma bastante.


Este es el primer aspecto negativo de este sistema desde un punto de vista práctico. ¿Por qué decimos esto? Porque desgraciadamente se presta a manipulación. Dos parejas que tengan confianza entre ellas, o que pertenezcan a un grupo más o menos organizado, o simplemente que antes de empezar la partida se planteen como resultado final un 4/3, tergiversan la clasificación final a favor de si mismos. Esta forma de actuar pudiera darse todavía más en las rondas finales, cuando una pareja ya sin opciones se enfrenta con otra puntera y casualmente tienen la confianza necesaria para plantearlo. El resultado puede no coincidir en absoluto con el real.


Cualquiera podría pensar que somos muy mal pensados, pero nada más lejos de la realidad. La organización se esforzó, micrófono en mano, en apelar a la caballerosidad de los jugadores para no falsear el resultado, prueba de que sospechaban que eso pudiera ocurrir., pero de hecho ya estaba previsto no mostrar los resultados de las partidas a los participantes. ¿Por qué? Para que nadie pudiera saber como iban los demás y las partidas se jugaran sin saber la influencia que podría deparar un resultado u otro. Posiblemente sea inevitable actuar de otra manera, pero ocultar los resultados no es una buena política. Aparte de de la desconfianza que supone sobre la conducta de los jugadores, cada uno sabe como va en el torneo y nadie puede evitar que actúe como quiera. Evidentemente no todos los que estaban jugando se prestaron a este tipo de pequeños apaños, pero a la postre pudieron verse perjudicados por otros que si lo hicieran. Y hacer, se hizo. Puedo dar fe.


Desde un punto de vista teórico es perfectamente discutible este tipo de puntuación. Normalmente las partidas se juegan para que haya un vencedor. El resultado final es lo que cuenta. Todo torneo es como una especie de carrera de obstáculos y una vez superado uno lo que cuenta es el siguiente. Pero este sistema no pondera suficientemente la victoria. Aquí el obstáculo no se olvida nunca. Tiene más importancia de lo que parece salvar el obstáculo con un buen resultado.
Supongamos dos parejas que ganan todas sus partidas menos una. El resultado de la partida perdida determinará la clasificación final. Imaginemos que una de ellas ha perdido por 0/4 y la otra por 1/4.
Todos sabemos que la mayoría de las veces que se produce un 0/4, es porque el naipe se ha volcado excesivamente con una de las parejas. La otra no ha tenido defensa. El merito del que gana no es grande. Pero con este sistema el castigo de la que pierde se convierte en una losa injustificada. Basta con que la otra pareja haya hecho un solo juego para clasificarse por delante. No parece muy razonable no poder optar a ganar un torneo por una de esas partidas en la que no coges ni pares ni juego en todo el tiempo.
Pero aquí no acaba la importancia de la acumulación de puntos por juegos ganados.
La presunta pareja ganadora podría tener 41 puntos (4x10 partidas ganadas = 40 y 1 de la perdida) y ser 20 la suma de los juegos que les han hecho.
La otra pareja tendría 40 puntos (4x10 partidas ganadas = 40 y 0 de la perdida), y ser 10 la suma de de los juegos entregados.
Ambas parejas han sumado distinto número de puntos con igual número de partidas ganadas. Una de ellas solo ha perdido 10 juegos contra 20 de la otra, pero este factor no tiene ponderación alguna.
Pero todavía no hemos tenido en cuenta una tercera pareja que aparece con el siguiente resultado. 42 puntos. (4x9 partidas ganadas = 36 y 6 de las dos perdidas 3/4, 3/4), y la suma de los juegos entregados es 26.
Esta ultima seria la pareja vencedora del torneo. Ha ganado menos partidas y ha cedido más juegos, pero suma más juegos ganados que las demás, así que seria la justa vencedora. Con dos partidas perdidas frente a solo una de las otras parejas se sitúa por delante en la clasificación. Algún tipo de agravio se esta produciendo sin la menor duda.

El sorteo garantiza que no se repitan enfrentamiento pero a nadie se le escapa que sin presuponer que haya parejas fáciles, cualquier pareja puede tener la suerte de no tener que enfrentarse durante todo el torneo a rivales considerados difíciles, o en sentido contrario a estos les depare el sorteo enfrentarse entre si casi de continuo. Es otro factor a tener en cuenta.

A nuestro juicio este sistema de puntuación que elimina el concepto de partidas ganadas sustituyéndolo por el de juegos ganados debería tener algún tipo de corrección entre juegos ganados y perdidos que lo hiciera más ponderado, atractivo y justo. Es un sistema excesivamente simple. Solo premia los juegos ganados y no ofrece ninguna garantía sobre los resultados de las partidas, lo cual es suficientemente grave. Solo ofrece el atractivo de ir arañando juegos, partida tras partida, además de tener que ganar necesariamente algunas de ellas para poder optar a una buena clasificación. A la postre ganar partidas es lo único que te puede encaramar en la clasificación sin estar seguro de nada pues dependes de los resultados de los demás. Si además, el campeonato solo ofrece dos premios, como era el caso, para aquellos que a medio torneo ya ven sus posibilidades casi perdidas se hace muy difícil mantenerse jugando con ilusión. Las últimas partidas del torneo son para la mayoría un mero trámite a cumplir, y solo para algunos una expectante incógnita a la espera de la carambola afortunada.

Este sistema se ha puesto en práctica este año con el objetivo de que todos los participantes tengan asegurado que van a estar jugando durante todo el tiempo que dura el torneo. Esta preocupación por los participantes, especialmente por los que acuden desde lejos, combinando el atractivo del sol, la playa, el turismo y la afición por el mus, es loable y digna de agradecer. De hecho los participantes han sufrido con buena cara el experimento, que no ha gustado. Seguro que el sistema es perfeccionable, se consigue lo mismo jugando a ceros y estableciendo grupos A, B e incluso C, y si es necesario se organizan minis. La competitividad se resiente menos y las opciones de conseguir premio se multiplican, especialmente para los que no han tenido un buen inicio de torneo.

El torneo lo jugaron 64 parejas y gano la pareja local formada por Francisco Marín y Antonio Ortega con 43 puntos y 18 juegos perdidos. Jugaban juntos por primera vez pero han sabido poner al servicio de la pareja lo mejor de su cada uno. Perdieron una sola partida.
En segundo lugar quedaron Felisa Deneitez y Mª Teresa Comendez, de Valladolid, con 40 puntos y 26 juegos cedidos. Perdieron tres partidas.
Los terceros y cuartos obtuvieron 39 puntos, habiendo perdido 2 y 3 partidas.
Y luego se produjo un quíntuple empate con 37 puntos. Una de las parejas solo había perdido 2 partidas y las otras 3, 4, 4 y 5.
Un par de jueguecitos ganados, o regalados, a cualquiera de estas parejas y la clasificación final cambiaria sustancialmente.














SUCEDIÓ EN CÓRDOBA
José Jódar   Diciembre 2008   

En este puente de la Inmaculada y la Constitución se ha celebrado en Córdoba su VI Campeonato de Mus. Un torneo que un entusiasta grupo de amigos llevan adelante año tras año con un enorme esfuerzo y dedicación, y que ofrecen a la comunidad musística simplemente por enaltecer a su ciudad y con el ánimo de hacerlo cada año mejor. Desde la Costa del Sol. Desde el norte o centro de la península. Por carretera o tomando el AVE, o simplemente tomando un taxi desde la propia Córdoba, 118 parejas nos hemos reencontrado dando la bienvenida a nuevos compañeros. A finales de noviembre ya estaba cerrado el cupo de 120 parejas que es el máximo que de momento pueden aceptar para no verse excesivamente desbordados. Nos comentaban que más de 20 parejas se habían quedado en lista de espera.
Este es un torneo algo singular porque sin ofrecer premios en metálico es capaz de reunir un importante número de parejas superando ampliamente a otros que si ofrecen dinero como fin o medio de hacerlo más atractivo. Simultáneamente a Córdoba se celebraba otro torneo en Benidorm que reunía a 80 parejas, y dos semanas antes nosotros mismos en Guadalajara nos quedábamos a la puerta de las 100 con 95 parejas. Así que algo tiene Córdoba para que sin necesidad de almuecín nos congreguemos allí semejante numero de musistas. Lo mejor del torneo es sin duda el buen ambiente que se respira. Hay muchos actos que se comparten y eso facilita el conocimiento y el acercamiento personal. Pero por mucho que te lleven a ver una espectacular exposición sobre orfebrería barroca, te quedes boquiabierto en la Mezquita, o te agasaje la Diputación con un impresionante cóctel en el incomparable marco del patio del Palacio de la Merced, si los allí reunidos no nos miráramos tranquilamente a los ojos y sonriéramos, difícilmente repetiríamos un año tras otro. Pero amigo, este año ha ocurrido un hecho tan absolutamente inusual que el tiempo se encargara de calificar como “un antes y un después de Córdoba” o quedara como una humillación más de las buenas gentes que practican el mus. Ocurrió durante el desarrollo de las partidas que por la tarde y noche se disputan y que constituyen la esencia del evento.
La organización del torneo es suficiente operativa como para sacarlo adelante, pero tal vez confiada en que nada tenia porqué salir mal no presto suficiente atención a un hecho que repetidamente se iba produciendo ni tampoco a las personas implicadas. O mejor dicho a la persona que repetidamente incurría en ello. Ha habido una pareja que casi sistemáticamente ha terminado la última en cada ronda. El tiempo máximo de hora y media para acabar las partidas fue superado en más de una ocasión ante la flexible mirada de la organización. Lo que una vez puede pasarse por alto sin darle mayor trascendencia puede convertirse en una bomba de relojería si los hechos son repetitivos y pueden llegar a ser considerados como premeditados. La pareja en cuestión estaba formada por el jugador malagueño D. Juan Cejas y su compañero. Este jugador es muy conocido en los ambientes musísticos de la zona por sus innegables dotes para este juego así como por sus incontables triunfos. Pero hablar de Juan Cejas en la Costa del Sol es como hablar en clave. La clave depende de con quien hables, del grado de confianza y de las personas presentes. No es difícil encontrar quien lo ponga por las nubes, pero es bastante más fácil encontrar quien lo mandaría a cualquiera de los siete infiernos del Dante. Los hay incluso que prefieren no emitir opinión alguna esbozando una enigmática sonrisa.
Hay multitud de anécdotas sobre el tiempo que a veces se toma para decidir sobre un simple envite. Cuentan que hasta un cuarto de hora. A mi personalmente me cuesta creerlo, pero hay veces que cinco minutos pueden parecer una eternidad. También las hay en sentido contrario. La rapidez con que decide sobre una jugada que bien pudiera llevarse un cierto tiempo de reflexión. Pero la opinión más extendida es que utiliza este recurso retardatorio como arma exasperante que puede desquiciar al más pintado. En la sala donde se jugaba el torneo no se podía fumar. Algún que otro jugador se permitía el lujo de solicitar a los contrarios permiso para detener la partida y ausentarse para aplacar su necesidad de un cigarro, o simplemente decía ir al servicio tardando lo que quería. Parece ser que Juan Cejas ha detenido todas sus partidas para fumar, llegando al límite del tiempo en muchas de ellas. Normalmente se formaba un circulo de participantes alrededor de la mesa donde jugaba, no sabemos si por su atractivo personal o por el soterrado cabreo que iba produciendo en los demás al ver que siempre era el mismo el que retrasaba los sorteos. Y así llegamos al tercer día del torneo, hacia las 12 de la noche cuando ya tenia que estar acabada la 9ª partida. Había muchos jugadores en el salón de juego, pues aunque el grupo A caminaba hacia sus últimas rondas, el B estaba muy completito, el grupo de consolación también estaba jugando y por si fuera poco se organizo un mini para 30 parejas, aparte de otros jugadores que se encontraban por allí. El Sr. Cejas, eliminado ya del Grupo A, juega en el B que es al K.O. y su partida va retrasada. Algunos jugadores empiezan a dirigirse a la mesa de control indicando que el tiempo ya se ha cumplido. Poco a poco se va generalizando esta petición con alguna voz más alta que otra. Ya es vox populi que el Sr. Cejas, siguiendo su costumbre, había interrumpido su partida para irse a fumar cuando iba ganando por 2 a 1. La mesa llama a los jueces, los jueces empiezan a ser increpados por los jugadores, todos quieren dar su opinión. Se dan avisos por megafonía para que la partida vaya acabando. La mesa donde se juega esta rodeada de gente que tan pronto están allí como se trasladan a la mesa de control para manifestar su impresión. El guirigay va in crescendo. Los jueces se ven sobrepasados. Ya hay malos modos y algún insulto. La mesa de control esta prácticamente tomada por los jugadores que exigen una solución inmediata. En un momento dado una señorita de la organización sale disparada hacia la mesa donde se esta jugando la única partida que queda sin acabar. Se abre paso ente los que la rodean, recoge el acta y vuelve al control. La mesa quiere estudiar que solución dar. Se extiende la noticia de que el resultado es de 3-2 favorable al Sr. Cejas, aunque en el juego interrumpido iba perdiendo por 38 a veintitantos. Parece ser que el cero se lo van a poner a la otra pareja por ir por detrás en el marcador, tal como se había hecho en idénticas circunstancias en otra partida, pero todos los que están por allí, y son muchos, empiezan a pedir que le pongan el cero a Cejas. Otros piden que le pongan un cero a las dos parejas. Los gritos se han generalizado y el orden hace rato que ya no existe. De repente empieza a oírse una cantinela que en cuestión de segundos es coreada por 40 o 50 personas que brincan al compás de una estrofa que dice: “Un cero pa los dos”, “Un cero pa los dos” “Un cero pa los dos”……Es fácil deducir que la mayoría no tiene especial interés en que le pongan un cero a la otra pareja, pero ante la posibilidad de que el Sr. Cejas se vaya de rositas cierran filas de forma espontánea aunque arrastren en la caída a ambas parejas.Desde la mesa de control, D. Ángel Leiva que hace de Director del Torneo tiene la cosa muy clara. Tiene suficiente experiencia y categoría para tomar decisiones mucho más importantes en la vida real con escaso margen de tiempo y de maniobra, pero además tiene un anexo al reglamento del torneo que ni pensado para la ocasión. Viene a decir que justamente para estos casos de demora se permite poner un cero a ambas parejas si se estima conveniente. Allí, de forma espontánea se ha producido una autentica rebelión. La gente se ha trasformado en masa. Se exigen cosas absolutamente fuera de lugar. Alguno pide que se empiece de nuevo el torneo y algún otro espabilado que se le devuelva el dinero. En un momento el salón puede salir volando por los aires. No queda más remedio que detener aquello sin perder un segundo. El tema se ha ido totalmente de las manos. Se anuncia por megafonía que se pone un cero a ambas parejas y se produce instantáneamente una salva de aplausos. Todo el mundo es feliz. Objetivo logrado. Ya no hay prisa. El torneo prosigue felizmente hasta su conclusión el día siguiente, clausurándose con una estupenda cena de gala, entrega de premios y baile hasta las 4 de la mañana. Cada uno podrá interpretar lo que allí paso como crea conveniente pero este es un hecho inédito que debe analizarse muy cuidadosamente.
La gente que participa en nuestros torneos no se caracteriza precisamente por ir a estos para soltar adrenalina como si de un campo de fútbol se tratara, con todo nuestro respeto al fútbol y sus simpatizantes. Nuestros jugadores son protagonistas activos del evento en el que participan y raramente sacan los pies del tiesto. También es cierto que están totalmente en manos de una organización ante la que nada o casi nada pueden hacer. Todo se basa en una especie de tacita confianza y a esperar que todo salga bien. Por eso mismo, que en esta ocasión el colectivo participante se haya tomado la justicia por su mano poniendo literalmente a la organización entre la espada y la pared nos debe hacer reflexionar y buscar cual fue la causa de que se llegara a esa anómala y singular situación. La causa no fue otra que la manifiesta falta de respeto de la que hizo gala una y otra vez el Sr. Cejas al resto de participantes, hasta el punto de conseguir, que por esta u otras razones, estos decidieran pararle los pies. Y bien que lo hicieron. De nada le sirvieron su fama y títulos. Conviene tomar nota para el futuro. Tanto organizadores como participantes. Los unos porque debemos ofrecer una organización responsable y eficaz. Que no se duerma en los laureles creyendo que con el primer sorteo se acabaron las preocupaciones. Los otros porque deben saber exigir un servicio digno y razonable. El problema de los participantes es como encauzar sus deseos o descontento sin vías establecidas de representación. No es la primera vez que ante diversidad de situaciones los organizadores, en general, se encogen de hombros, no atienden sus requerimientos y hasta se les exige que espabilen, como si tuvieran la obligación de ser expertos en torneos, cuando a veces ni los propios jueces que se nombran están a la altura requerida. En Córdoba los jugadores rompieron el habitual statu quo haciendo saltar por los aires toda convención, pusieron las cosas en su sitio y visto el objetivo logrado devolvieron a los organizadores el mando. De no haber visto el objetivo logrado, sabe Dios lo que pudiera haber pasado. Creo que nadie se percato de que pudiera ocurrir nada semejante. Este tipo de cosas suelen llegar por sorpresa y coge a todos descolocados. Pero los hechos son incuestionables. Muy harta debía estar la gente para reaccionar así. Pero harta ¿de que? ¿de sus compañeros? ¿de los organizadores? ¿de todos? ¿de algunos? Siempre he defendido que lo primero son los jugadores. Sin jugadores no habría torneos. Por muy buen organizador que seas y por muy bien que creas que lo haces, sin jugadores no hay torneos, pero posiblemente hay determinados tipos de jugadores a los que hay que poner coto o saber prescindir de ellos. Especialmente aquellos que son incapaces de demostrar el suficiente respeto a sus compañeros competidores, y también a aquellos otros que solo ven en los torneos una vía fácil de enriquecimiento.
En Córdoba los que allí estábamos ya nos hemos manifestado. Ya veremos en que queda la cosa. Torneos no van a faltar para ir viéndolo
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